¿Habéis
oído hablar alguna vez del pago del recibo de la contribución también conocido
como el del IBI? Puede que sí, puede que no. Para quienes no lo conocéis, sabed
que el IBI es el Impuesto de los Bienes Inmuebles, un impuesto que se le paga
al ayuntamiento o al Estado por tener una propiedad en su ámbito territorial y
disfrutar de ella. E un impuesto anual, obligatorio, que se calcula de manera
objetiva habida cuenta la superficie, la zona… Vosotros que sois propietarios y
propietarias del más preciado bien que sois vosotros mismos, vosotras mismas;
¿imagináis que tuvieseis que pagar un impuesto por eso? Afortunadamente hay
cosas que no se pueden pagar con dinero.
Ahora
bien, imagina que tuviese que establecer unos criterios objetivos por los que
le tuvieras que poner precio (simbólicamente hablando, claro) a lo que tú
tienes, a lo que tú eres: ¿Serías de las personas legales que “pagan” por lo
que realmente tienen, por lo que realmente son, o serías de esa clase de gente
que comete “fraude” intentando engañar con respeto a lo que poseen?
Dicho
de otro modo: ¿Eres una persona auténtica que disfruta a tope de la vida y que
contribuye a la felicidad de los demás o por el contrario eres una persona que
basa su vida en las apariencias, que ponen por delante el “tener” antes que el
“ser”, que vive la costa de los demás?
¿Qué
impuestos estás dispuesto/a pagar? ¿El de la autoestima, el esfuerzo, el
compromiso, la entrega, la ilusión? ¿El del buen humor, el aprecio por los
demás, la escucha, la compasión, el apoyo incondicional? ¿El del cuidado del
medio, el consumo responsable, el respeto por la naturaleza?
Apostar
por ser una persona legal y comprometerte por lo que quieres ser o fingir ser y
tener algo diferente a lo que realmente eres o tienes con tal de “escaquearte”
de “pagar” por eso, depende de ti.
¡Tú
decides!
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