Siempre recuerdo lo que un jesuita que había estado de misionero en África, en Angola, contaba sobre algunos jóvenes estudiantes de aquel país.
Tenían tanta necesidad de estudiar y tanto afán por hacerlo, que aprovechaban todos los recursos que podían. Y algunos de los que en su casa no tenían luz eléctrica -que era el caso de la mayoría- no tenían problema en ponerse a estudiar aprovechando la luz de alguna farola de la calle.
La educación es un derecho para toda persona, sobre todo para los niños y jóvenes. Y es uno de los medios para que un país pueda salir de su pobreza.
Para nosotros es un trabajo habitual venir cada día al Colegio durante el curso. Tenemos derecho a la educación y, además, tenemos la posibilidad de ejercerlo. Son muy pocos los chicos y chicas de nuestros países desarrollados que no tienen la posibilidad de ir a la escuela.
Pero no pasa lo mismo en otros países del mundo. Se calculan por millones los chicos y chicas de 6 a 11 años que nunca han ido a la escuela y que jamás tendrán la posibilidad de asistir.
Otros (también millones) sólo van de vez en cuando, y no por vagancia, sino porque sus padres los necesitan para trabajar. Y trabajar para que la familia pueda alimentarse y así subsistir.
En muchos países desarrollados, es un lujo ir a la escuela a partir de los 12 años. Esto representa un gran problema para el desarrollo de estos países.
En este sentido, podemos decir que nosotros somos unos privilegiados: tenemos todas las facilidades para acceder al estudio y a la educación...
¿Las sabemos aprovechar? ¿Somos conscientes del gran tesoro que tenemos y lo sabemos valorar?
¿Nos esforzamos suficientemente en la atención en clase, en estudiar personalmente lo aprendido en clase?
0 comentarios:
Publicar un comentario