martes, 22 de mayo de 2012

Somos unos privilegiados

Siempre recuerdo lo que un jesuita que había estado de misionero en África, en Angola, contaba sobre algunos jóvenes estudiantes de aquel país.
Tenían tanta necesidad de estudiar y tanto afán por hacerlo, que aprovechaban todos los recursos que podían. Y algunos de los que en su casa no tenían luz eléctrica -que era el caso de la mayoría- no tenían problema en ponerse a estudiar aprovechando la luz de alguna farola de la calle.
La educación es un derecho para toda persona, sobre todo para los niños y jóvenes. Y es uno de los medios para que un país pueda salir de su pobreza.
Para nosotros es un trabajo habitual venir cada día al Colegio durante el curso. Tenemos derecho a la educación y, además, tenemos la posibilidad de ejercerlo. Son muy pocos los chicos y chicas de nuestros países desarrollados que no tienen la posibilidad de ir a la escuela.
Pero no pasa lo mismo en otros países del mundo. Se calculan por millones los chicos y chicas de 6 a 11 años que nunca han ido a la escuela y que jamás tendrán la posibilidad de asistir.
Otros (también millones) sólo van de vez en cuando, y no por vagancia, sino porque sus padres los necesitan para trabajar. Y trabajar para que la familia pueda alimentarse y así subsistir.
En muchos países desarrollados, es un lujo ir a la escuela a partir de los 12 años. Esto representa un gran problema para el desarrollo de estos países.
En este sentido, podemos decir que nosotros somos unos privilegiados: tenemos todas las facilidades para acceder al estudio y a la educación...
¿Las sabemos aprovechar? ¿Somos conscientes del gran tesoro que tenemos y lo sabemos valorar?
¿Nos esforzamos suficientemente en la atención en clase, en estudiar personalmente lo aprendido en clase?

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